- Yo... lo amaba como a un hermano... y él me dio la espalda - había dicho alguna vez el imponente yak de ojos azules, en aquella ocasión observando la enorme estatua de la tortuga milenaria, ahora lo decía observando una pintura de la misma, que colgaba en la pared de su hogar, mientras el sonido de una taza de porcelana se escuchaba al ser colocada en la mesa.
El invitado, simplemente entornó los ojos ligeramente, dirigiendo su vista cansada hacía la misma pintura, que resaltaba bastante bien la juventud de la tortuga, seguro que el propio yak la había elaborado de acuerdo a sus memorias.
- si, así